Anoche vi su rostro.
Fue un instante total, de esos que cuentan
los que saben del alma de los hombres
que equivalen a una vida completa.
Tuve tiempo para buscar sus ojos y mirarlos
y proyectar en ellos toda mi soledad,
todo mi desamparo, todo el desasosiego
de no saber, de no esperar, y abrirme en ellos
y encontrar esa ternura que no sabemos nunca
si procede de una mirada amiga, pero vemos
que nos envuelve y nos consuela
todo mi desamparo, todo el desasosiego
de no saber, de no esperar, y abrirme en ellos
y encontrar esa ternura que no sabemos nunca
si procede de una mirada amiga, pero vemos
que nos envuelve y nos consuela
y hace un arroyo de luz
en nuestro pecho.
en nuestro pecho.
Necesitaba tanto esa ternura,
necesitaba tanto su consuelo,
necesitaba tanto su consuelo,
arrojarme en su luz,
dejar un llanto largo, mas sin gemidos,
dejar un llanto largo, mas sin gemidos,
manar, fluir, lavarme,
correr por sus mejillas,
correr por sus mejillas,
que me dejara limpio de memoria,
limpio de mí, que apenas entreví su mirada.
Me miraba, lo sé,
limpio de mí, que apenas entreví su mirada.
Me miraba, lo sé,
bajo mis propias lágrimas,
sin alterar su paz,
como dejándome
como dejándome
su paz en mi abandono.
Y yo me abandoné,
Y yo me abandoné,
me abandonaba a su caricia quieta,
a su presencia inmóvil,
a la plena certeza de su gozo.
Fue un instante total,
a su presencia inmóvil,
a la plena certeza de su gozo.
Fue un instante total,
de esos que cuentan
los que saben del alma
los que saben del alma
de los hombres
que equivalen a una vida completa,
aquella vida
que equivalen a una vida completa,
aquella vida
que encuentra su sentido
y nunca acaba, y nunca acabará
sin su consuelo.
y nunca acaba, y nunca acabará
sin su consuelo.
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