Voy perdiendo tu nombre
por caminos y plazas,
por cristales sin vidrios,
por resquicios
sin sol;
hace frío en mis ojos
—era hoguera tu nombre—,
y una lluvia de olvido,
sin querer,
lo apagó.
Todo lo era tu nombre:
los sabores, la fruta,
el color de la tarde,
la caricia,
la flor...
Sólo quedan dos letras
que tiritan, perdidas,
en desvanes sin dueño,
esperando
el adiós.
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