Me ama tanto que yo huelo la muerte
en sus caricias, en su mirada veo el crimen,
en cada gesto suyo: la absorción, el tironeo.
En el espectáculo de su amor la tierra gira a una velocidad
que deforma mi cuerpo...
Succionada por su sed, yo una gota de carne horizontal,
que el se dispone a chupar sin pudor alguno.
Espera con espasmos, con ira, con sollozos, el momento justo,
enfocado fatal, de abalanzarse sobre eso y penetrarlo. Enarbolar
ese coagulo de vida, levantarlo como una ofrenda a su espejo.
Haga lo que haga, él ha decidido amarme, izarme en su soledad
como una bandera santa sangrienta. Ya me ha condecorado,
condenado con su amor.
Cómo buscar en su cuerpo, si cada roce sería una profecía;
sus extremidades como tentáculos tras pasarían mis fronteras.
Caer en sus brazos: desbarrancarse por su avidez. Más que tomarme
hincar me en lo puntiagudo de su historia, clavarme en su cruz particular
hacerme la virgen madre de su santuario musculoso.
Devorar algo en mi que toda yo, le represento, o sea, tenerme
hacerme suya,
El, ser eso que soy.
1 comentario:
Muy descriptivo e intersante poema.
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