Yo no sé todavía cómo existe,
cómo ha venido a mí y está creciendo
la indócil llamarada que no enciendo
y esta emoción que tiembla y que persiste.
No sé si estar alegre o estar triste,
ya no entiendo la voz sino el acento,
ya no busco ni espero ni presiento:
apenas sé que estoy. Que está. Qué existe.
Pero cómo saber si es sólo un juego:
neblina, soledad, engaño, fuego.
¿Es un juego? Pues bien, hay que jugarlo
con una dulce complacencia esquiva
o una total entrega fugitiva.
¿Y si fuera el amor? Hay que aceptarlo.
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