Dicen que es del tamaño de mi puño cerrado. Pequeño, entonces, pero basta para poner en marcha todo esto. Es un obrero que trabaja bien, aunque anhele el descanso, y es un prisionero que espera vagamente escaparse.
de mi puño cerrado.
Pequeño, entonces,
pero basta
para poner en marcha
todo esto.
Es un obrero
que trabaja bien,
aunque anhele el descanso,
y es un prisionero
que espera vagamente
escaparse.
En tan blando nido mi corazón descansa, ni lo asombran los perdidos fantasmas que se asoman. Pasa por mi sueño la ola calma de mi respiro. En tanto olvido el tiempo de mañana se prepara, mientras estoy viviendo efímera muerte.
Este cielo nublado de tempestad oculta y lluvia presentida me pesa; este aire denso y quieto, que ni siquiera mueve la hoja leve del jazmín florecido, me ahoga; esta espera de algo que no llega me cansa. Quisiera estar lejos, donde nadie me conociera: nueva como la yerba fresca, ligera, sin el peso de los días muertos y libre ir por caminos ignorados hacia un cielo abierto.
No se de donde viene el viento que me lleva, el suspiro que me consuela, el aire que acompasadamente mueve mi pecho y alienta mi invisible vuelo. Yo soy apenas la planta que se estremece por la brisa, el sumiso instrumento, la grácil flauta que resuena por un soplo de viento.