Si recordaras, amor mío,
qué es lo que te aguarda
tras las seguras
paredes de la espera.
Si recordaras cómo
¡y qué cruelmente!
el deseo atendido
oculta su puñalada
de decepción.
Si recordaras, que una vez
que la pasión estalla,
que la pasión estalla,
el secreto deja de ser
escudo y huída,
escudo y huída,
no me insistirías
para que te mostrara,
para que te mostrara,
para que te ofreciera,
para que te otorgue.
Sino que te resignarías
a sobrevivir
a sobrevivir
dentro de mí en el dúctil
territorio de los sueños,
donde todos los modos de ternura
que puedas inventar son permitidos,
toda tempestad música
y ningún temor es irrevocable.
Si recordaras, Amor mío,
qué es lo que te aguarda tras las
seguras paredes de mi corazón,
no me obligarías a levantarme
en armas contra ti,
a detenerte, a desmentirte,
a amordazarte, a traicionarte...
antes de que te me arrebaten,
dulce silencio mío,
mi único tesoro,
insensato e irreductible
sentimiento.
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