Volví a estremecer mis entrañas.
Era la hora de la estrella,
la hora en que llegarías a mi vida,
desde un barco peregrino
cargado de deseos.
Era la hora y así llegaste,
acariciándome el corazón
con el milagro de un latido,
que se llenó de asombro
con mis sueños.
Volví a estremecer mis entrañas
y en mi vientre creció tu amor prisionero,
era la hora de la estrella,
la hora en que llegarías a mi vida
desatando la luz en la sonrisa
de los cielos.
Era la hora de volar
y posarte sobre mis alas,
para dejarte ir en los ríos del viento
y encontrar mis huellas
en universos de flores
y campos sonoros.
Para jugar a ser noche,
cielo y sol.
Para bañarte de luz y
aprender palabras entre hojas.
Para conocer mi voz y sentirte mi dueño,
bebiendo los colores
como vino de lluvia.
Era la hora
y así llegaste,
amor silencioso
que se perpetúa fundiendo
sus ansias en las mías.
Anclado en mi puerto
con la eternidad del agua y el recuerdo.
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